Después de una larga espera llegó el fin de semana que habíamos elegido para cazar entre amigos. Alternaríamos la caza de gamos con la de venados aprovechando que estos últimos se encontraban en plena berrea. La primera tarde la dedicamos a los gamos, e ilusionados por el buen resultado conseguido, nos dirigimos al hotel, donde cenaríamos copiosamente y entre alguna que otra copa compartimos impresiones y lances, mientras me iban invadiendo los nervios por la inminente aproximación de una cacería que tanto tiempo llevaba esperando. Al día siguiente amaneció un día nublado amenazante de lluvia. Ya en la finca se podían escuchar infinidad de bramidos que inundaban de este maravilloso sonido los barrancos y zonas adehesadas donde venados y ciervas se desgastaban entre cánticos de amor. Comenzamos el rececho, e íbamos haciendo emocionantes aproximaciones a venados, en dos de estas ocasiones mi buen amigo Carlos consiguió dar caza a dos buenos venados, jugando dos magníficos lances como los que ya me tiene acostumbrado. Ya por la tarde, nos centramos en un venado que el guarda y Jesús tenían bien controlado, y que todas las tardes salía del monte dando la cara en una zona donde podríamos hacerle una entrada con muchas probabilidades de éxito. Nos adentramos en una Umbria muy poblada de encinas, pero limpia de monte bajo en la cual esperábamos encontrar nuestro objetivo. Avanzábamos lentamente pero con paso firme, embriagados por los bramidos de diversos ciervos que nos rodeaban y fijando nuestra atención en uno en concreto al que cada vez teníamos más cerca.

La tensión se cortaba presagiando el ansiado desenlace mientras sus bramidos se escuchaban más y más fuerte, y por fin ahí estaba, su majestuosa silueta dibujaba el horizonte, mientras intentaba colocar la cruz en el sitio y aguantar la respiración a la misma vez, pues no dejaría mucha opción de lance este veterano del monte, y todo paso en un segundo, tira!!, me dijo Jesús con voz rotunda, y eso hice, descargando en este mismo instante toda la tensión acumulada durante este tiempo, y consiguiendo colocar un certero disparo con el que no pudo aguantar caminando más de 30 metros, y calló. Abrazos y enhorabuenas se repetían hasta que llegamos al lugar donde yacía el maravilloso ciervo que había dado caza, en su propio territorio y con un rececho como mandan los cánones. No quiero dejar pasar la ocasión para agradecer a Jesús Jiménez de Venatoria Safaris y a la guardería por la magnífica organización en estos dos dias de caza, y por supuesto, a mi gran amigo Carlos y Jose por acompañarme en esta emocionante experiencia.

¡¡¡Muchas gracias a todos!!!

JUANMA FORNELLS AVI

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